Al menos cinco potencias compiten en una carrera por desarrollar las armas informáticas más poderosas y las barreras defensivas más impenetrables para hacer frente a ataques cibernéticos. Es hora de abrir un diálogo global sobre cómo manejar esta nueva forma de conflicto.
La sucesión de ataques cibernéticos perpetrados con fines políticos y sufridos por distintos países, motivó a la empresa norteamericana de seguridad informática McAfee a desarrollar un reporte que analice las particularidades de estos casos. Consultó a veinte expertos en relaciones internacionales, seguridad nacional y seguridad informática de todo el mundo; y puso la lupa sobre tres puntos clave.
En primer lugar, y a pesar de que no hay una definición aceptada de “ciberguerra”, podemos encontrar Estados-Nación involucrados en distintos niveles de “ciberconflictos”. Y si bien no ha habido un choque “caliente”, se evidencia que una guerra fría ha comenzado.
En segundo lugar, se advierte que en caso de desatarse un ciberconflicto entre Estados, el sector privado quedará en el fuego cruzado.
Finalmente, el debate sobre políticas relacionadas a la ciberguerra está ocurriendo a puertas cerradas, por lo que es hora de abrir un diálogo global sobre cómo lidiar con esta nueva modalidad de conflicto.
Analicemos algunos de los casos más importantes. En 2007, Estonia sufrió una serie de ataques que dejaron fuera de servicio a sitios comerciales y del gobierno. Los análisis mostraban que los ataques provenían de Rusia, cuyo gobierno negó cualquier participación. Aunque Estonia es miembro de la OTAN, sus socios en esta organización no consideraron una respuesta diplomática al hecho. Entonces, decidió perseguir a los responsables por su cuenta. La investigación tuvo éxito, identificando a algunos de los atacantes en Rusia; pero Estonia no logró convencer a las autoridades de ese país para que aprehendieran a los responsables y los entregaran a la justicia.
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