Desde hace años se viene hablando del robo de identidad. Muchas
personas siguen creyendo que sucede en contadas ocasiones, pero no hay
dudas, y los números lo advierten, de que es el delito de mayor
crecimiento en el mundo.
¿A qué se debe? Ausencia de regulación en la materia, controles laxos
en la documentación y la falta de campañas de concientización.
Hoy en día el delincuente estudia bien a sus víctimas. El solo hecho
de contar con un documento no es suficiente para usurpar su identidad.
Se requiere de cierta pericia para obtener información complementaria de
la victima que asegure el éxito en la maniobra delictiva.
Además de un Documento Nacional de Identidad (DNI) adulterado, la
factura de algún servicio público y un recibo de sueldo, en muchos casos
es necesario contar con la connivencia de un empleado infiel de la
empresa que se pretende estafar.
Esta clase de hechos produce al menos dos efectos perjudiciales para quien lo padece.
Una de las consecuencias directas es para quien le están usando los
datos personales (cuentas bancarias, bienes, datos de contactos); y otra
u otras, respecto de las cuales actúan como consecuencia directa del
error en que se ven envueltas y brindan información, disponen de bienes o
realizan toda clase de hechos que, de no haber caído en error, no
hubieran actuado.
El robo de identidad es una modalidad delictiva que afecta a todas las clases sociales y no hace discriminación alguna.
Desde un banquero al que le robaron el DNI y que sufrió graves
problemas de estafa hasta un obrero; o bien un estudiante que le negaron
la entrada a los Estados Unidos por haber tenido en otra oportunidad un
inconveniente judicial cuando en realidad jamás había salido de la
Argentina.
Tanta divulgación y extensión han tenido esta clase de hechos que en
los últimos años gran cantidad de países ha ido adecuando su legislación
a fin de prevenir y sancionar este tipo de modalidades delictivas.
Lamentablemente en la Argentina el único proyecto, que había sido
presentado en la Cámara baja en junio de 2010, que pretendía tipificar
como delito el robo de identidad, perdió estado parlamentario
recientemente.
Las víctimas tardan unas 600 horas en librarse de esta pesadilla y
varios años en recuperar su buen nombre e historial crediticio.
En promedio pasa un año antes de que el afectado descubra el robo de
su identidad. Por ello son tan pocos los delincuentes detenidos por esta
modalidad.
Desde mediados del año pasado existen en la Argentina seguros para la protección y el robo de identidad.
En los Estados Unidos, unos 25,9 millones de personas han contratado este tipo de coberturas en el último año.
El autor es abogado y director de www.identidadrobada.com
Fuente: La Nacion
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