Los patios de los centros educativos eran espacios limitados donde adolescentes y menos adolescentes correteaban durante los treinta minutos de recreo. Allí volaba la imaginación, los piques entre iguales, y hasta se prodigaban las mil y una formas de acoso entre chavales. «Hoy el patio del colegio ha saltado a la red de Internet y las situaciones que antes se resolvían en el patio, ahora se dirimen en la red». El inspector, jefe del grupo de Delitos Tecnológicos, cuyo nombre no se muestra por razones de seguridad, atiende cada mes una media de cinco denuncias de por problemas de ciberacoso, la mayoría son de adolescentes.
Las formas de ejercer este asedio contra el enemigo son variadas. Todo suele surgir cuando un conocido de la víctima se hace con la clave de su correo electrónico y comienza a remitir a conocidos bulos agrediendo la intimidad de los destinatarios, o bien directamente a través de las redes sociales o el ‘messenger’ suplantando la identidad del afectado. A partir de ahí, se monta el lío y por lo general bastante gordo.
La Policía Nacional se ha llegado a encontrar con una chica a la que sus supuestas ‘compañeras’ de clase la solían esperar en la puerta de su domicilio para lincharla, después de todos los bulos que supuestamente estaba difundiendo por Internet y dirigidos a otras adolescentes. El autor de los hechos era un ex de la menor, quien fue identificado por los agentes de este grupo policial y posteriormente puesto a disposición judicial. La denunciante estuvo sumida en una profunda depresión, sus padres comenzaron a sospechar cuando ya ni siquiera salía de su habitación. La labor policial fue determinante para deshilvanar todo el hilo de este caso de acoso.
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